El restaurante nos encantó desde el primer momento. El ambiente es espectacular, con unas vistas preciosas al río y una terraza que por la noche se ve aún más bonita gracias a las luces colgando de la fachada.
La atención fue de diez, los camareros súper atentos, majos y agradables, siempre pendientes y dispuestos a recomendarnos lo mejor para compartir entre dos personas. Se nota que disfrutan de su trabajo y que quieren que el cliente se sienta a gusto.
¿Qué pedimos? Boquerones fritos, flamenquín de jamón serrano y un risotto de rabo de toro. Todo estaba buenísimo, bien presentado y en su punto. Las raciones son generosas, perfectas para compartir y probar un poco de todo.
En cuanto al precio, lo encontramos muy justo para la cantidad de comida que sirven. La calidad acompaña, así que la relación calidad-precio merece mucho la pena.
Sin duda, un sitio al que volveríamos y que recomendamos al 100%