A la entrada, con una jarra de cobre muy bonita, te echan agua de azahar en las manos, sobre una pila, para purificarlas. Me metieron prisa para secármelas, cosa que no me gustó. Después, ya dentro del restaurante, el chef “Paco Morales” desde la cocina, (que es abierta), me da la bienvenida. Tengo que decir que las cocinas abiertas me intimidan, y no me siento a gusto del todo en las experiencias. La de Noor, a parte de abierta está muy cerca de las mesas. Los de la mesa de al lado eran muy escandalosos. Mi mesa era la que más cerca estaba de la cocina. Fui yo solo.
Comienza el viaje. Traen un cesto con la materia prima más destacada de la época, (siglo XVIII). Acto seguido viene otro camarero con unos cuadros enmarcados en horizontal, y me cuenta una breve historia sobre el siglo XVIII, y los alimentos que comían entonces. Empieza el festín. Bocados pequeños y muy ricos me van trayendo los camareros. Pedí el menú Thawra, que es el intermedio, que constaba de 14 elaboraciones. El ritmo es bueno. Los camareros atentos. “Paco” pendiente de todo.
Tras las cinco primeras elaboraciones, me traen tres clases de pan que me gustaron mucho, en concreto uno que sabía y que tenía la misma textura que un croissant. Siguen trayéndome las siguientes elaboraciones. Platos muy acertados en sabores y en decoración. Sigo disfrutando. La cerámica es preciosa. Así hasta el segundo postre, y último plato, “tarta de algarroba”, que me resultó muy seco y bastante amargo. Los demás todos bien.
El 17 de septiembre renuevan los menús. Volveré.